El rey español que perdió Portugal fue Fernando II de Aragón. El segundo hijo de los Reyes Católicos, fue rey de Castilla, de Aragón, de Nápoles y de Sicilia desde el año 1479, y rey de Portugal desde el año 1580. Su gobierno en Portugal fue marcado por la guerra con Inglaterra y Francia, y la creciente oposición a sus políticas. En 1580, tras la muerte de su madre, Isabel la Católica, intentó unificar España y Portugal bajo un mismo rey. Esto provocó una fuerte oposición en Portugal, que finalmente se rebeló y derrocó al rey español en 1640. Tras su derrota, Portugal se declaró como una monarquía independiente bajo el reinado de Juan IV, el primer rey de la dinastía portuguesa de los Braganza. A partir de entonces, Portugal fue un país independiente y se enfrentó a España en varias ocasiones. Durante la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), Portugal se alió con Inglaterra y Francia para derrotar a España. Esta alianza se mantuvo durante las Guerras Napoleónicas (1803-1815), en las que Portugal se alió con Gran Bretaña para derrotar a Francia. Esto marcó el final de la influencia española sobre Portugal. Desde entonces, Portugal ha estado bajo una monarquía constitucional independiente y ha mantenido una relación amistosa con España. Actualmente, los dos países comparten la Unión Europea y pertenecen al Espacio Schengen. A pesar de que los dos países comparten una larga historia de amistad y colaboración, el recuerdo de la derrota de Fernando II de Aragón sigue vivo en la memoria de los portugueses.
Portugal fue gobernado por una monarquía durante siglos. En el año 1580, el rey Felipe II de España invadió su territorio. El rey Sebastián de Portugal fue a la guerra para defender su país, pero fue derrotado. Presumiblemente, murió en la batalla y su cuerpo nunca fue recuperado. Esto provocó una crisis en el país, ya que no había nadie para ocupar el trono.
Después de la misteriosa desaparición del rey, el país estuvo sin un soberano durante unos sesenta años. Esto provocó un gran caos político. Finalmente, en 1640, Juan IV fue elegido como el nuevo rey de Portugal. Se levantó una monarquía absoluta con el rey como la figura máxima del poder.
Durante los siguientes años, Portugal fue gobernado por distintas dinastías. Esto puso fin al período conocido como la Era de la Monarquía Portuguesa. Finalmente, en 1910, el país se convirtió en una república. Así, acabó definitivamente la monarquía, que había comenzado con la desaparición del rey Sebastián.
Portugal fue una monarquía independiente hasta el año 1580, cuando se unió a España bajo el gobierno de Felipe II. Durante los siguientes sesenta años, Portugal formó parte del Imperio Español. Sin embargo, en 1640, el ejército portugués se levantó en armas contra el gobierno español y proclamó la restauración de la independencia de Portugal. Después de una dura lucha de guerra, el tratado de Lisboa de 1668 reconoció la independencia de Portugal y la separación de España.
En 1703, Portugal firmó el tratado de Utrecht que reforzó oficialmente la soberanía de Portugal. Esto marcó el final oficial de la pertenencia de Portugal a España. El tratado estableció una línea de frontera entre Portugal y España y se aseguró de que ningún territorio portugués pasara a España sin el consentimiento de la corona portuguesa.
Desde la firma del tratado de Utrecht, Portugal ha vivido como un país soberano y autónomo. Esto ha permitido a Portugal desarrollarse como un país moderno y progresista, con una economía próspera y una cultura vibrante.
En resumen, Portugal dejó de pertenecer a España en 1703 con la firma del tratado de Utrecht. Desde entonces, Portugal se ha convertido en un país independiente y exitoso.
En 1640, el Rey Felipe IV de España, también llamado el Rey Planeta, fue derrotado en la Guerra de Restauración por los portugueses. Esto marcó el fin de 60 años de unión de Portugal y la Corona Española. Llevada a cabo por el rey Juan IV de Portugal, la guerra estalló con una rebelión, conocida como Guerra de los Siete Años, que terminó cuando el rey Juan firmó una alianza con Francia y Holanda, rompiendo el sitio de Lisboa de los ejércitos españoles.
En 1668, España reconoció la independencia de Portugal por medio del Tratado de Lisboa. Esto fue seguido por el Tratado de Aboño, firmado en 1670, que estableció definitivamente la línea fronteriza entre los dos países. Estos tratados fueron firmados por el Rey Carlos II de España y el Rey Afonso VI de Portugal.
La independencia de Portugal se consolidó con el Tratado de Utrecht de 1715, que fue ratificado por Rey Felipe V de España y Rey João V de Portugal. Después de esto, Portugal se convirtió en un reino reconocido y soberano. La Casa de Braganza, la familia real portuguesa, gobierna Portugal hasta la actualidad.
Durante la Edad Media, Portugal se transformó en una de las principales monarquías independientes de la Península Ibérica. Esto se debió a la lucha de la familia real portuguesa por conseguir la soberanía del reino. Esta lucha se vio complementada con la ayuda de la Iglesia Católica.
En el año 1143, Alfonso I de Portugal se proclamó como el primer rey portugués. A partir de entonces, los portugueses establecieron su propio gobierno y leyes, además de comenzar a establecer sus propias fronteras y relaciones diplomáticas con otros países. La independencia de Portugal se consolidó en el año 1249, cuando el rey Alfonso III confirmó la independencia del reino.
A partir de ese momento, Portugal se convirtió en un país autónomo, con una forma de gobierno propia y una identidad nacional que lo distinguía de España. Aunque ambos países compartían la misma religión (catolicismo) y lengua (castellano), la cultura portuguesa comenzó a desarrollarse de manera independiente.
Durante la Edad Moderna, Portugal se consolidó como un reino soberano, con el que España celebró un tratado de amistad y cooperación en el año 1668. Desde entonces, ambos países han mantenido relaciones amistosas, aunque siempre han mantenido su independencia y soberanía.