En 1805 España vivió importantes cambios que marcaron un antes y un después en la historia del país. Estos cambios se produjeron tras la destitución de Godoy como ministro de Carlos IV, motivada por la intriga de la reina María Luisa. Esto llevó a que el rey firmara la abdicación en favor de su hijo Fernando VII, pero al no aceptarla el pueblo, Carlos IV fue obligado a revocar su decisión y a dimitir.
A partir de entonces, el Rey y su familia fueron desterrados a Francia. Fernando VII fue nombrado Rey de España el 19 de marzo de 1808. Ese mismo año, se proclamó la Constitución Española que, aunque no llegó a aplicarse, supuso una importante etapa en el camino hacia la democratización del país.
En 1805 también se produjeron cambios en el campo de la cultura. Se fundó la Real Academia Española de la Lengua y, más tarde, el Museo del Prado. Esto aportó una mayor difusión de la cultura española, y contribuyó a posicionar al país como una de las principales potencias culturales de Europa.
En el año 1805, el 21 de octubre fue un día histórico para el Reino Unido y el Imperio Francés. El Almirante Lord Nelson lideró la batalla naval de Trafalgar, una de las más famosas de la historia de la marina. Esta batalla fue librada cerca de las costas de España, al sur de Cádiz.
Nelson y su flota británica se enfrentaron a la Alianza franco-española, que contaba con más barcos y hombres. El objetivo de la Alianza era acceder a la bahía de Cádiz y recuperar el control del mar. Sin embargo, el valor y el liderazgo de Nelson resultaron decisivos para la victoria británica.
Después de una dura batalla de dos días, la flota de Nelson venció a la Alianza franco-española. Esta fue una victoria decisiva para el Reino Unido, ya que aseguró el dominio naval en los mares por muchos años. La victoria de Nelson fue el punto culminante de su carrera militar y le granjeó fama mundial.
A pesar de ser el más famoso, el 21 de octubre de 1805 no fue el único día histórico para el Reino Unido. Un año antes, el 21 de octubre de 1804, Lord Nelson fue nombrado como Almirante de la Armada Británica. Esta fue una distinción honorífica concedida como reconocimiento a sus hazañas militares.
Entre 1805 y 1810, España enfrentaba una crisis política, económica y social. El gobierno de Carlos IV se vio afectado por la guerra entre Francia y Gran Bretaña, lo cual provocó que el país entrara en una recesión económica. El comercio con el extranjero fue interrumpido y el comercio marítimo sufrió un fuerte descenso. La inflación aumentó, la moneda fue devaluada y la deuda externa se acumulo. La industria estuvo paralizada, lo que provocó una carencia de empleo. Las fuerzas armadas sufrieron una desorganización y la corrupción fue generalizada. El gobierno se vio en la necesidad de recurrir a la impresión de dinero para hacer frente a la inestabilidad económica. Esto provocó la inflación y una depreciación de la moneda. Esta situación se prolongó hasta que en 1810 el pueblo se levantó en la Guerra de la Independencia, que puso fin a la dictadura de Carlos IV.
En 1804, España se encontraba aún en plena guerra napoleónica. El emperador francés Napoleón Bonaparte estaba en busca de la hegemonía mundial y España se había unido a la coalición de los Reinos aliados para detenerlo. Tras varias derrotas, Napoleón logró conquistar España en 1808, lo que provocó la huida del Rey Carlos IV y su hijo Fernando VII a América. Esto daría lugar a la Guerra de Independencia española, que acabaría con la restauración de Fernando VII en 1814.
Durante la Guerra de Independencia, los españoles se unieron para luchar contra los franceses. Se organizaron milicias, se firmaron tratados y se reunieron dineros para apoyar la lucha. Durante este periodo, el bando español logró obtener muchas victorias, lo que permitió a Fernando VII recuperar el trono de España. Durante este periodo, España se desarrolló como un estado moderno, con una constitución e instituciones como el Banco de España.
En 1804, España estaba luchando por su libertad. El país estaba siendo invadido por los franceses y los españoles se alzaron para defender su patria. Esta lucha culminó con la restauración de Fernando VII en 1814, lo que marcó el comienzo de un periodo de libertad para el país. Desde entonces, España ha seguido siendo un país libre y desarrollado, con una constitución y sistemas de gobierno modernos.
En 1806, España sufrió una serie de desastres que marcaron su historia. Los primeros fueron los desastres naturales, los cuales comenzaron con una ola de frío extremo en enero que ocasionó la muerte de miles de personas, principalmente en la región del noroeste. Esto fue seguido por una epidemia de cólera que se extendió por el país durante los siguientes meses. La cosecha de ese año fue muy escasa, lo que provocó que el país careciera de alimentos. Esto a su vez condujo a una subida de precios que agravó aún más la situación.
A estas desgracias naturales se sumó una guerra con Francia que comenzó en el mes de abril. El país fue derrotado y el rey Carlos IV abdicó a favor de su hijo Fernando VII. El nuevo rey, sin embargo, fue derrocado por Napoleón Bonaparte y Francia se hizo cargo de numerosas regiones españolas. A esto se sumaron las represiones por parte del ejército francés, que causaron graves problemas a la población.
Durante este año, el país sufrió también una revolución, conocida como La Pepa, que se extendió por varias ciudades. Esta revolución fue liderada por los liberales, quienes buscaban reformar la Constitución para acabar con el absolutismo. Esta revolución fue reprimida, pero fue una de las bases para la Constitución de 1812.
En suma, 1806 fue un año desastroso para España. La combinación de desastres naturales, guerra y revolución hicieron que el país sufriera enormes pérdidas humanas y materiales. Esto marcó un antes y un después en la historia de España y fue la base para la Constitución de 1812.