En 1820, un grupo de soldados portugueses se levantó en rebelión contra el gobierno absolutista de Miguel I de Portugal. Esta rebelión, conocida como Revolución Liberal de 1820, fue la primera de varias olas de protestas y movimientos de resistencia en el país que eventualmente derrocaron al régimen absolutista. Esta rebelión tuvo lugar en la ciudad de Porto, Portugal, y fue liderada por un grupo de militares y civiles llamados los Libreros. Sus principales objetivos eran restablecer la Constitución de 1822, abolir la esclavitud y establecer una monarquía constitucional.
La rebelión de 1820 fue rápidamente sofocada por el gobierno absolutista. Sin embargo, los líderes de la rebelión se vieron inspirados por la Revolución Francesa y el ejemplo de los Estados Unidos. Como resultado, los líderes del movimiento de resistencia se centraron en la creación de un nuevo gobierno representativo. Esto eventualmente llevó a la firma de la Constitución de 1822, que estableció la monarquía constitucional en Portugal.
Aunque la rebelión de 1820 fue la primera de varias olas de protestas y movimientos de resistencia, no fue la última. Estos movimientos ayudaron a cambiar el curso de la historia de Portugal, llevando a la abolición de la esclavitud, la abolición de los impuestos excesivos y la creación de una nueva Constitución para el país. Estos cambios radicales permitieron a Portugal desarrollar su democracia moderna y convertirse en la nación que es hoy en día.
La resistencia a la colonización portuguesa se ha extendido por toda la región del Brasil desde el siglo XVI. Los primeros en rebelarse fueron los indígenas, que se negaron a aceptar el dominio y la explotación de los portugueses. Esto provocó una serie de conflictos y guerras entre los colonos y los indígenas, que a veces se saldaban con victorias para uno u otro bando. Otro grupo que se rebeló contra los portugueses fue el de los esclavos negros. Estos lucharon contra la esclavitud, organizando revoltas y rebeliones que a veces lograron su liberación. La resistencia de los esclavos negros también fue apoyada por los cimarrones, indígenas libres organizados en comunidades que se oponían a la colonización portuguesa. Finalmente, a lo largo del siglo XIX, se produjeron diversas rebeliones de líderes regionales y nacionales, conocidos como los Libertadores, que lucharon por la independencia de Brasil de Portugal. Esta resistencia culminó con la proclamación de la independencia brasileña el 7 de septiembre de 1822.
Durante la Edad Media, España y Portugal eran dos reinos separados, aunque estaban relacionados por los linajes de los Reyes Católicos. A partir del siglo XVI, se produjeron una serie de conflictos que llevaron a una disputa sobre los límites territoriales entre los dos países. El principal conflicto se centró en el extremo occidental de la Península Ibérica, donde España reclamaba la soberanía sobre el territorio portugués de Algarve. Los portugueses se negaron a entregar esta región y se desató una guerra entre los dos países. El conflicto se extendió a lo largo del siglo XVI, hasta que finalmente fue resuelto por la firma del Tratado de Lisboa en 1668, en el que Portugal cedió Algarve a España.
Durante el conflicto, los ejércitos españoles invadieron Portugal y ocuparon algunas de sus ciudades. Esto provocó que las relaciones entre los dos países se deteriorasen y que la disputa se volviera cada vez más intensa. Finalmente, en 1668, los reyes de los dos países acordaron un armisticio que puso fin a la guerra. El Tratado de Lisboa estableció los límites territoriales entre los dos países, estableciendo así la frontera entre España y Portugal.
Aunque el conflicto entre España y Portugal fue una de las principales guerras de la Edad Moderna, no tuvo un gran impacto en el curso de la historia. Sin embargo, sirvió para establecer una línea de frontera clara entre los dos países, que se ha mantenido hasta el día de hoy.
Portugal fue una de las primeras colonias europeas en el Nuevo Mundo, y durante los siglos XV y XVI fue una de las principales potencias marítimas y comerciales de Europa. Sin embargo, a principios del siglo XVII, Portugal comenzó a perder su posición de liderazgo en el continente. Esta pérdida de liderazgo se debió principalmente a la crisis económica y política que enfrentaba el país en aquel entonces.
La economía portuguesa estaba en declive debido a la falta de inversión extranjera y los altos impuestos. Esto hizo que el país fuera cada vez más dependiente de los préstamos extranjeros, lo que provocó el aumento de la deuda externa y la inflación. El gobierno portugués también se vio enfrentado a una serie de problemas políticos, como el descontento con la monarquía, que provocó una serie de rebeliones y guerras civiles. En este contexto, Portugal fue perdiendo su influencia en el mundo.
Otra razón importante por la que Portugal perdió su liderazgo fue la competencia de otros países, como España y Holanda, quienes lograron aprovechar mejor las oportunidades económicas y comerciales de la época. Estos países lograron obtener mayores beneficios económicos gracias a la expansión de sus colonias, mientras que Portugal se quedó rezagado. Esto condujo a una pérdida de influencia tanto en Europa como en el resto del mundo.
En resumen, Portugal comenzó a perder su posición de liderazgo en el siglo XVII debido a la crisis económica y política que enfrentaba, así como a la competencia de otros países como España y Holanda. Esta pérdida de influencia tuvo un gran impacto en el desarrollo económico y político del país y de la región.
1640 fue un año de cambios importantes en Europa. En Francia se desató la Guerra de los Cuarenta Años entre el rey Luis XIII y la nobleza, que quería recuperar los privilegios perdidos durante el reinado de Richelieu. Esta guerra duró hasta 1648 y fue uno de los conflictos más sangrientos de la historia francesa. En Inglaterra, el Parlamento comenzó a resistir al rey Carlos I, que tuvo que huir de Londres en 1642. Esto desembocó en la Guerra Civil, que duró hasta 1651 y en la que los parlamentarios se impusieron.
En Escocia, el Parlamento se unió al de Inglaterra para derrocar a Carlos I. Esto llevó a la Guerra de los Cuatro Años, que duró hasta 1648. En Irlanda, una rebelión impulsada por los católicos fue reprimida con violencia por el ejército inglés. Esto provocó la Guerra del Oso, que duró hasta 1652 y en la que los ingleses impusieron su dominio sobre la isla.
En Alemania, el emperador Ferdinand III intentó imponer la Religión Protestante en todo el Imperio. Esto provocó una rebelión de los católicos, que se unieron al rey de Suecia Gustavo Adolfo para resistir. Esta resistencia desembocó en la Guerra de los Treinta Años, que duró hasta 1648 y en la que los católicos fueron derrotados.
1640 fue un año decisivo para Europa, ya que marcó el inicio de varios conflictos que cambiarían el curso de la historia. Estos conflictos marcaron el fin de la Edad Media y el comienzo de la época moderna. La Guerra de los Cuarenta Años, la Guerra Civil, la Guerra de los Cuatro Años, la Guerra del Oso y la Guerra de los Treinta Años dejaron una huella profunda en la historia europea.