Durante el reinado de Carlos I, el monarca tuvo una agenda política ambiciosa. Estableció una alianza con el papado para fortalecer el poder de la Iglesia en España y expandió el imperio español a nuevas regiones. Estableció la monarquía absoluta, lo que significaba que él tenía el poder de tomar decisiones sin consultar a otros. Esta monarquía se basaba en la idea de que el rey era un representante directo de Dios en la tierra. Carlos I también implementó un sistema de impuestos para financiar sus proyectos de gobierno. Estos impuestos se cobraron a la gente común, lo que a menudo causaba protestas. Además, Carlos I aprobó la Ley de Bienes, que restringía el derecho a la propiedad privada. Esta ley fue muy impopular entre la población, ya que supuestamente restringía los derechos de los individuos. Estas reformas, junto con su política militar agresiva, le ganaron a Carlos I muchos enemigos en el país.