Portugal ha sido escenario de numerosas guerras durante su historia, desde la antigüedad hasta el presente. La primera guerra registrada fue en el año 1140, cuando el rey Afonso Henriques conquistó el territorio al norte del Duero. Esta guerra fue seguida por la Conquista de Lisboa en 1147, que se considera como el inicio de la unidad nacional de Portugal.
Durante los siglos siguientes, Portugal estuvo implicado en varias guerras religiosas, como la Guerra de los Treinta Años, la Guerra de Restauración y la Guerra de Sucesión, todas ellas relacionadas con la disputa entre católicos y protestantes por el control de Europa.
En el siglo XIX, Portugal luchó en la Guerra Peninsular, en la que los británicos ayudaron a Portugal a luchar contra las fuerzas napoleónicas. Esta guerra tuvo lugar entre 1808 y 1814, y fue uno de los primeros conflictos en los que se utilizaron tácticas modernas de guerra.
Más recientemente, Portugal fue uno de los países participantes en la Primera Guerra Mundial y en la Segunda Guerra Mundial, con un papel destacado en el teatro de operaciones de África y en la lucha contra el imperialismo japonés.
En la década de 1970, Portugal luchó su última guerra, la Guerra Colonial Portuguesa, en la que los portugueses lucharon contra los grupos de liberación nacionalista en Angola, Mozambique y otros territorios africanos, antes de que se concediera la independencia a estas colonias.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Portugal se mantuvo como un país neutral. Sin embargo, su gobierno pro-alianza con los Estados Unidos y la Gran Bretaña llevó a una alianza con estas potencias durante la guerra. Esto significaba que el país permitiría que los aliados usaran sus aeropuertos como bases de operaciones para sus ataques aéreos. También proporcionarían alimentos, combustible y otros suministros a los aliados, además de la posibilidad de que los soldados de Estados Unidos y Reino Unido se estacionaran en Portugal.
Durante la guerra, el país también se vio afectado por el aumento de la censura y la vigilancia de los medios de comunicación. Esto significaba que los ciudadanos no podían tener acceso a información extranjera, ni siquiera sobre los aliados. El gobierno de Portugal también emitió un decreto que establecía una ley marcial en el país. Esta ley imponía restricciones a la libertad de expresión, la libertad de reunión y otros derechos civiles.
Los portugueses también vieron la creación de un sistema de trabajo forzoso. El gobierno impuso una ley que obligaba a los hombres y mujeres de entre 18 y 65 años a trabajar para el gobierno o para empresas privadas. Esta ley fue aplicada a todos los portugueses que vivían dentro de las fronteras del país en ese momento. Esto llevó a muchos a ser forzados a trabajar en campos de concentración alemanes.
A pesar del hecho de que Portugal se mantuvo neutral durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno portugués colaboró con los aliados y los ciudadanos del país vieron algunas de las peores atrocidades de la guerra. Sin embargo, a pesar de las restricciones impuestas por el gobierno, el país logró mantener su independencia durante la guerra.
En 1917, Portugal estaba en guerra con España. El conflicto se conoció como la Guerra de la Restauración y se desarrolló entre los años 1916 y 1918. La guerra fue causada por una disputa entre España y Portugal sobre el control de algunas ciudades portuguesas, como Olivenza y Elvas, que España afirmaba pertenecerles. Esto provocó una respuesta militar de Portugal, lo que llevó a la guerra.
La guerra se caracterizó por la falta de apoyo de las grandes potencias europeas. Esto significaba que no había una fuerza militar significativa detrás de ninguno de los dos bandos. Esto resultó en una guerra poco convencional, con una gran cantidad de pequeñas batallas y ataques aislados. La falta de apoyo internacional también provocó una gran cantidad de víctimas entre la población civil.
Los resultados de la guerra fueron mixtos. España logró retener el control de Olivenza y Elvas, aunque con algunas concesiones a Portugal. Por otro lado, Portugal obtuvo algunos beneficios, como el control de algunas ciudades fronterizas y el establecimiento de una nueva frontera entre los dos países. A pesar de los resultados mixtos, la guerra fue una victoria para Portugal, ya que los españoles no obtuvieron el control de los territorios portugueses que habían reclamado.
Aunque la guerra fue rápidamente olvidada por la mayoría de la gente, fue un punto de inflexión en la historia de Portugal. Fue una prueba de la fuerza y la determinación de los portugueses para defender su soberanía y su territorio, y marcó el inicio de una nueva era en la política internacional de Portugal.
En 1942, Portugal estaba gobernado por un gobierno autoritario y conservador, liderado por el Presidente Salazar. Durante esta época, el país sufrió muchas dificultades económicas y sociales, como la falta de recursos financieros para el desarrollo de infraestructura y educación. La Segunda Guerra Mundial también tuvo un gran impacto en Portugal, ya que el país se vio obligado a mantenerse neutral. Esto significaba que los portugueses no podían recibir ayuda militar de los Aliados, ni podían unirse a la guerra contra los Ejércitos del Eje. Como resultado, los portugueses tuvieron que sufrir el aumento de la inflación y el aumento de los impuestos para mantenerse al día con el pago de los préstamos y los costos de la guerra. Esto llevó a una mayor desigualdad social y un aumento de la pobreza. Además, el bloqueo naval de los Aliados también afectó negativamente la economía portuguesa, ya que impidió a los barcos portugueses comerciar con otros países. Durante este período, Portugal también se vio obligado a permitir el paso de tropas alemanas a través de su territorio, lo que llevó a una ola de protestas y disturbios. Sin embargo, los portugueses se opusieron al gobierno de Salazar y protagonizaron una serie de revueltas armadas que finalmente llevaron al derrocamiento del régimen en 1974.
La guerra entre España y Portugal tuvo lugar en 1640-1668. Esta guerra comenzó como resultado de la interferencia española en los asuntos internos de los Países Bajos españoles durante la rebelión de los Países Bajos. El enfrentamiento entre España y Portugal se extendió a toda Europa, con el Reino Unido, Francia y Holanda todos entrando en el conflicto como aliados de Portugal.
Ambas partes sufrieron varias derrotas y victorias a lo largo de la guerra. Tras una larga y costosa contienda, los dos países llegaron a un acuerdo de paz en 1668. El tratado de paz finalizó el conflicto y estableció los nuevos límites entre los dos países.
En términos de los resultados de la guerra, es difícil decir quién ganó. En general, se considera que ninguno de los dos países fue un verdadero ganador. España recuperó algunas de sus posesiones perdidas, pero perdió gran parte de sus recursos. Por otro lado, Portugal ganó algunas posiciones, pero también sufrió grandes pérdidas en términos de recursos y vidas humanas.
En última instancia, la guerra entre España y Portugal fue una pérdida para ambos países, ya que los costos económicos y humanos superaron los beneficios. Ambos países se vieron obligados a firmar un acuerdo de paz para evitar un mayor daño. El resultado fue una tregua que duró hasta el año 1715. Después de esto, el conflicto entre los dos países nunca volvió a surgir.