Los cartagineses estuvieron en la Península Ibérica durante unos 700 años, desde el siglo VIII a.C. hasta el siglo I a.C. Eran una civilización fenicia que llegó a la Península Ibérica para establecerse y explotar sus recursos naturales. Controlaron gran parte de la costa mediterránea y desarrollaron una amplia red de colonias, comercios y alianzas. Establecieron una estructura política con una monarquía y una aristocracia, y se establecieron como líderes en el comercio, el transporte marítimo y la industria. Por su parte, los romanos llegaron a la Península Ibérica en el año 218 a.C. y guerrearon contra los cartagineses durante varios años, hasta que finalmente en el año 202 a.C. los cartagineses fueron derrotados y expulsados de la Península Ibérica. Los cartagineses dejaron una profunda huella en la historia y la cultura de la Península Ibérica, ya que fueron los primeros en desarrollar una civilización avanzada y establecer una organización política sofisticada. Asimismo, introdujeron nuevas técnicas agrícolas, comerciales, industriales y tecnológicas que contribuyeron a modernizar la región. Aunque los cartagineses fueron derrotados por los romanos, su influencia en la Península Ibérica se siente todavía hoy en día.
Los cartagineses llegaron a la Península Ibérica entre los años 218 y 209 a. C., en el marco de la Segunda Guerra Púnica. Se trataba de una expedición militar encabezada por el general cartaginés Aníbal Barca, con el objetivo de atacar a Roma en su propio territorio. La toma de la Península Ibérica por parte de los cartagineses comenzó en el año 218 a. C., cuando Aníbal tuvo que dejar la Galia para dirigirse hacia el sur. Al llegar a la Península pasó por los Pirineos y penetró en la región de la actual Cataluña, llegando a Tarraco, la cual se convirtió en su base principal. A partir de ahí, los cartagineses fueron avanzando hacia el sur, conquistando pueblos y ciudades a su paso. El avance de los cartagineses fue contenido por el general romano Publio Cornelio Escipión en el año 209 a. C., en la famosa batalla de Ilipa. Tras la derrota de los cartagineses, la Península Ibérica pasó a ser tomada por los romanos, quienes se establecieron allí hasta el siglo V d. C.
Los cartagineses llegaron a la Península Ibérica a principios del siglo III a.C., después de su conquista del sur de España. Esta presencia duró hasta el año 209 a.C., cuando los cartagineses fueron expulsados por los romanos.
Los romanos se habían establecido en Italia unos años antes y querían expandir su imperio. Por eso, decidieron atacar a los cartagineses, que eran su principal rival en la región. Los romanos comenzaron su campaña militar contra los cartagineses en el año 218 a.C., bajo el liderazgo de Aníbal Barca.
Durante varios años, los cartagineses resistieron con valentía y lograron ganar algunas batallas, pero finalmente fueron derrotados en la batalla de Ilipa en el año 206 a.C. Esta derrota fue decisiva para los cartagineses y los obligó a retirarse de la Península Ibérica.
Los romanos habían logrado su objetivo y se convirtieron en los nuevos dueños de la Península Ibérica. Esto fue el comienzo de una nueva era para la región, marcada por la influencia de Roma. Durante casi 700 años, los romanos fueron los dueños de la Península Ibérica, hasta su caída en el siglo V.
Los cartagineses, una antigua civilización semítica originaria de la costa de la actual Túnez, llegaron a la Península Ibérica en el siglo III a. C. con el objetivo de fundar colonias comerciales. Establecieron su presencia en las costas, desde el cabo de San Vicente (Portugal) hasta el de la Bufadora (Cádiz).
Durante el periodo de dominio cartaginés en la Península Ibérica, esta se conoció con una serie de nombres, entre ellos el más común fue 'Ibérica', su equivalente latino al nombre que los fenicios le habían asignado. Los cartagineses, sin embargo, la llamaron 'Sardo', una palabra de origen fenicio que significa 'costa', pero con el tiempo se fue aplicando a la totalidad de la región.
También se conocían otros nombres para la Península Ibérica, como 'Oretania', 'Turdetania' o 'Baeturia', que hacían referencia a las diferentes regiones que componían la Península. Estos nombres se usaban tanto por los cartagineses como por los romanos, y se aplicaban a los territorios de sus respectivos dominios.
Los cartagineses establecieron varias colonias a lo largo de la costa, como Cartago Nova (Cartagena) y Gadir (Cádiz), con el objetivo de expandir su influencia comercial. Estas colonias se convirtieron en un importante centro de comercio entre el mundo mediterráneo y el atlántico. Desde entonces, el nombre 'Sardo' fue asociado con la Península Ibérica, hasta el punto de que en la época clásica se utilizaba para referirse a ella.
En conclusión, los cartagineses llamaban a la Península Ibérica 'Sardo', un término de origen fenicio que significa 'costa'. Esta denominación se mantuvo hasta la época clásica, cuando empezaron a usarse otros nombres como 'Ibérica' o 'Oretania', entre otros. Además, los cartagineses establecieron varias colonias comerciales a lo largo de la costa, convirtiéndola en un importante centro de comercio entre el mediterráneo y el atlántico.