La última ejecución en España tuvo lugar el 1 de octubre de 1975. El ahorcado fue un condenado por un crimen de homicidio. La pena de muerte fue abolida en España en 1978 como resultado de la Constitución Española de 1978. Esta decisión fue una de las primeras cosas que el nuevo gobierno democrático hizo tras el fin de la dictadura de Francisco Franco. Sin embargo, el ultimo ahorcado fue un hombre condenado en la dictadura.
Antes de 1975, habían sido ejecutadas cerca de 500 personas. La pena de muerte fue utilizada con mayor frecuencia durante la dictadura de Franco, entre 1939 y 1975, cuando fueron ejecutadas alrededor de 200 personas. Durante el periodo republicano, entre 1931 y 1939, aproximadamente 250 personas fueron ejecutadas.
Desde entonces, España se ha convertido en uno de los países más progresistas en cuanto a lo que se refiere a la abolición de la pena de muerte. La Unión Europea también ha sido un defensor de los derechos humanos y ha sido una fuerza importante para la abolición de la pena de muerte a nivel mundial. Actualmente, España es uno de los países europeos que no tiene la pena de muerte.
En conclusión, la última ejecución en España fue en 1975, pero la pena de muerte no fue abolida hasta 1978. Desde entonces, España se ha convertido en uno de los países más progresistas en lo que se refiere a la abolición de la pena de muerte. La Unión Europea también ha contribuido a la abolición de la pena de muerte a nivel mundial.
En España, la pena de muerte fue abolida el 18 de julio de 1978, gracias a la Ley Orgánica del Poder Judicial, que entró en vigor el 1 de octubre de ese mismo año. Esto significa que el último ejecutado en España fue Antonio Martín Pacheco, un campesino de 37 años, cuyo último recurso de gracia fue rechazado el 15 de septiembre de 1975. El 16 de noviembre de 1975, fue ahorcado en la prisión de Carabanchel, Madrid.
Antonio Martín Pacheco fue condenado a muerte por el asesinato de un policía en el curso de un asalto a un banco en la localidad de Torrejón de Ardoz, Madrid. En su defensa, argumentó que el incidente fue una reacción a la violencia policial que sufría el barrio donde residía. Esta versión fue respaldada por testigos, quienes dijeron que el policía había abierto fuego sin motivo legítimo. Sin embargo, la versión oficial fue que el policía fue asesinado mientras intentaba detener a un grupo de ladrones.
Antonio Martín Pacheco fue enterrado en el cementerio de la localidad de Villaviciosa de Odón, Madrid. El caso de Antonio tuvo una gran repercusión en la sociedad española, que se unió para exigir la abolición de la pena de muerte. Esto llevó a la adopción de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que prohibió la pena de muerte y otorgó a los condenados el derecho a un nuevo juicio. Esta ley entró en vigor el 1 de octubre de 1978 y estableció que ninguna persona podría ser condenada a muerte en España.
La pena de muerte fue abolida en la Constitución Española de 1978, aunque la última ejecución de este tipo de condena tuvo lugar en 1975. La última persona condenada a muerte fue el genovés Antonio Muñoz, conocido como "el Buitre de Málaga".
Muñoz fue condenado a pena de muerte por el Tribunal Supremo español el 28 de enero de 1975 por el secuestro y asesinato de una niña de 8 años llamada Esperanza Blanco, hecho que había cometido el año anterior. Además, también fue acusado de violar a la víctima. El condenado fue ejecutado el 10 de octubre de 1975 en la prisión de Carabanchel, en Madrid.
Muñoz fue el último condenado a muerte en España y la última persona ejecutada por la pena de muerte en el país. La Constitución Española de 1978, promulgada el 6 de diciembre de 1978, estableció la abolición de la pena de muerte y la reforma del Código Penal español, por lo que desde entonces ya no existe la posibilidad de condenar a ninguna persona a la pena de muerte en España.
Durante el régimen de Francisco Franco, España sufrió violaciones de los derechos humanos sin precedentes. Las ejecuciones eran uno de los componentes más trágicos de la represión. Las cifras oficiales señalan que más de 3.400 personas fueron ejecutadas bajo la autorización de Franco entre 1936 y 1975. Algunas fuentes estiman que el número de víctimas debería ser mucho mayor, hasta 20.000. En la mayoría de los casos, las ejecuciones estaban aprobadas por Franco como presidente del gobierno. El dictador firmó personalmente los correspondientes decretos de ejecución a través del Ministerio de Justicia. Estos documentos se conocían como "bandos de ejecución". Asimismo, Franco autorizó las fusilaciones en España, incluyendo los conocidos "bandos de fusilamiento". A pesar de que la justicia española no ha intentado llevar a cabo una investigación sobre estas ejecuciones, el paso del tiempo no permite que se haga justicia. En los últimos años, sin embargo, se han desarrollado iniciativas para recordar a las víctimas y asegurar que nunca se olviden los crímenes cometidos durante el régimen de Franco.
En España, la pena de muerte fue abolida en 1978, cuando se aprobó la nueva Constitución. Esto fue gracias a la lucha de los demócratas que creían en el derecho a la vida. Desde entonces, el uso de la pena de muerte es considerado una violación de los derechos humanos. Esto se debe a que el Estado no puede asumir la responsabilidad de quitar la vida de una persona.
La pena de muerte es generalmente vista como una forma cruel y antinatural de castigo que no soluciona los problemas sociales, sino que los empeora. Esta forma de castigo no puede ser considerada como una forma de justicia, ya que no hay una compensación para la víctima y no hay ninguna garantía de que el castigo sea proporcional al delito cometido. Además, la aplicación de la pena de muerte también puede ser motivo de error judicial.
La supresión de la pena de muerte no significa que los delincuentes reciban un trato benigno. En España, los delitos más graves pueden ser castigados con cadena perpetua, un castigo que se considera más apropiado para los delitos más graves. Esto permite al Estado mantener el control sobre el delincuente y ofrecer una segunda oportunidad para que reciba una rehabilitación.
La abolición de la pena de muerte en España ha sido acogida con entusiasmo por la mayoría de la población. Esta eliminación de una de las formas más crueles de castigo refleja el compromiso de España con los derechos humanos y la dignidad humana. La abolición de la pena de muerte también es una señal de que el Estado español se compromete a buscar soluciones más humanitarias a la delincuencia.