Los Romanos llegaron a las costas de la península Ibérica en el año 218 a.C. Esta llegada se produjo durante el reinado de Aníbal Barca, el que era entonces el líder de la República Cartaginesa. Los Romanos habían iniciado una guerra con los Cartagineses por el control de la región y la llegada a la península Ibérica fue parte de esta guerra. Los Romanos se establecieron en la costa sur de la península y pronto se extendieron hacia el interior. Durante los siguientes 30 años, los Romanos tomaron el control de la mayoría de la península Ibérica, incluyendo lo que ahora son España y Portugal.
En el año 197 a.C., los Romanos tomaron el control de Cartago, lo que significó el fin de su presencia en la península Ibérica. Esto abrió el camino para la llegada de los Romanos a la península Ibérica. Una vez que llegaron, comenzaron a establecer ciudades, construir carreteras y levantar murallas. Estas estructuras se construyeron para fortalecer el control de los Romanos sobre la región. Además, los Romanos introdujeron la lengua latina en la región, lo que significó la extensión del latín a toda la península. Esto fue importante ya que el latín se convirtió en la base de muchas lenguas modernas en España e Hispanoamérica.
Los Romanos estuvieron en la península Ibérica durante casi 500 años. Esta presencia dejó una fuerte huella en la cultura, la arquitectura y el idioma de la región. Muchas de las ciudades modernas, como Madrid y Barcelona, se construyeron sobre los cimientos de las ciudades Romanas. Muchas de las palabras y frases de los idiomas hablados en la región tienen orígenes Romanos. Por lo tanto, la llegada de los Romanos a la península Ibérica fue un acontecimiento de gran importancia que dejó una huella profunda en la región.