Las fuerzas romanas penetraron en Hispania a partir del 218 a.C. Lucharon durante varias décadas contra los celtíberos, lusitanos y cartagineses. La conquista se completó hacia el 19 a.C., cuando los territorios de Hispania fueron incorporados a la República Romana.
Cuando la conquista de Hispania fue completada, los romanos comenzaron a organizar el territorio. Esto incluía la división de Hispania en provincias, la creación de ciudades, el establecimiento de una administración y la creación de un sistema de leyes. Se establecieron varias ciudades en el territorio, que eran llamadas colonias. Estas colonias eran gobernadas por un gobernador nombrado por el Senado de Roma.
También se establecieron varias leyes en el territorio de Hispania. Estas leyes regulaban todo, desde los impuestos hasta la esclavitud, pasando por el establecimiento de tribunales y la administración de la justicia. Estas leyes se aplicaban a todas las personas que vivían en Hispania, sin importar su nacionalidad. Esto ayudó a promover la unidad en el territorio.
Además, los romanos también construyeron una infraestructura para favorecer el comercio y el intercambio de bienes. Esto incluía el establecimiento de carreteras, puertos y puentes. También se construyeron muchos edificios y monumentos para recordar a los emperadores y a la grandeza de Roma. Esta infraestructura ayudó a mejorar la economía de Hispania y a promover el comercio entre los territorios.
En general, los romanos hicieron mucho para organizar y establecer el territorio de Hispania. Establecieron un sistema de leyes, una administración, ciudades y una infraestructura para promover el comercio. Esto ayudó a unificar el territorio y a mejorar la economía de Hispania.
Durante la Antigüedad, el territorio de Hispania fue organizado por los pueblos prerromanos, que habitaron la península desde los siglos VII a.C. hasta la llegada de los Romanos. Estos últimos organizaron la región en dos provincias: Hispania Citerior y Hispania Ulterior. La primera ubicaba al norte y la segunda, al sur. Citerior fue gobernada desde Tarraco mientras que Ulterior se administraba desde Cádiz. Ambas se dividían en cinco conventos cada una: el convento de Tarraconense, el convento de Lusitania, el convento de Baetica, el convento de Asturias y el convento de Galicia. Estos conventos se dividían a su vez en varias regiones, cada una con una capital.
Durante los primeros años de la Edad Media, se produjeron cambios en la organización de Hispania. Las provincias de Citerior y Ulterior desaparecieron y fueron sustituidas por dos reinos: el Reino visigodo de Toledo y el Reino de los suevos de Galicia. El Reino visigodo comprendía desde el imperio romano hasta el sur de la península ibérica, mientras que el Reino de los suevos se extendía desde el norte hasta Galicia. Estos reinos fueron reorganizados en el siglo IX por los musulmanes que conquistaron la región. Estos últimos dividieron el territorio en taifas, o estados, los cuales estuvieron regidos por dinastías locales.
En la Edad Moderna, Hispania fue dividida en dos grandes reinos: el Reino de Castilla y el Reino de Aragón. Estos dos reinos se unieron en 1492 para formar el Reino de España, el cual se extendía desde el sur de Europa hasta el norte de África. Esta unión marcó el inicio de la monarquía hispánica, la cual duró hasta el siglo XIX. Actualmente, Hispania se divide en los países de España y Portugal, ambos con sus propias leyes y gobiernos.
Los Romanos eran una civilización antigua con un gran sentido de organización y disciplina. Esto se refleja en su forma de organización política, económica y social. Esto se debe a que los romanos tenían una estructura de gobierno compleja que les permitía mantener el orden y mantener el control de los territorios conquistados. Esta estructura se dividía en tres niveles principales: el gobierno central, los gobernadores provinciales y los municipios locales.
En el gobierno central, los romanos establecieron una república en la que los ciudadanos elegían a sus representantes de entre ellos mismos para gobernar. Estos representantes eran conocidos como cónsules, que eran los responsables de tomar decisiones importantes para el estado y de dirigir el ejército. Estos cónsules estaban a cargo de una asamblea compuesta por los ciudadanos que se reunía cada año para discutir las leyes y los planes del gobierno.
En los niveles provinciales y locales, los gobernadores eran responsables de administrar los territorios conquistados y controlar la economía local. Estos gobernadores eran elegidos por el gobierno central y tenían autoridad sobre los ciudadanos de la provincia o el municipio. Los gobernadores eran responsables de recaudar impuestos, supervisar el cumplimiento de las leyes y velar por el bienestar de los ciudadanos.
En el nivel local, los municipios eran administrados por una asamblea compuesta por los ciudadanos del municipio. Esta asamblea tenía el poder de tomar decisiones sobre los asuntos locales y de aprobar leyes. Esta asamblea también era responsable de supervisar las actividades de los comerciantes y de controlar el cumplimiento de las leyes.
Los Romanos eran una civilización muy organizada, con estructuras de gobierno complejas. Estas estructuras les permitieron mantener el orden y controlar los territorios conquistados. Estas estructuras también permitían a los ciudadanos tener una voz en el gobierno y en los asuntos locales.