Los romanos se expandieron por gran parte de Europa, llegando incluso a Hispania. Esta región fue conquistada por los romanos durante el siglo II a. C. y llegó a ser una de sus principales provincias. Estaba dividida en varias provincias que respondían a los nombres de: Lusitania, Hispania Citerior, Hispania Ulterior, Baetica, Galicia, Tarraconensis y Asturia.
La provincia de Lusitania se encontraba ubicada en el sur de la península y abarcaba la actual Portugal y parte de Extremadura. Se caracterizaba por la presencia de una importante cultura indígena, los lusitanos, que fueron sometidos por los romanos tras múltiples campañas militares.
La provincia de Hispania Citerior se situaba en la parte norte del imperio y estaba formada por la actual Cataluña, Aragón, la mitad norte de Valencia, partes de Castilla-La Mancha y partes de Castilla y León. Esta región contaba con importantes ciudades, como Tarraco, Gerunda y Barcino.
La provincia de Hispania Ulterior se encontraba ubicada en el sur de Hispania Citerior. Esta región fue conquistada por los romanos en el siglo II a. C. y estaba formada por la actual Andalucía, partes de Extremadura y la mitad sur de la Comunidad Valenciana.
La provincia de Baetica se ubicaba en el sur de Hispania y abarcaba la actual Andalucía Oriental. Esta región se caracterizaba por la presencia de culturas indígenas como los tartesios, que fueron sometidos por los romanos en el siglo III a. C.
La provincia de Galicia se ubicaba en el noroeste de la península y abarcaba la actual Galicia y partes de Asturias. Esta región fue conquistada por los romanos durante el siglo II a. C. y se caracterizaba por la presencia de una importante cultura indígena, los galos.
La provincia de Tarraconensis se encontraba ubicada en el noreste de la península y abarcaba la actual Cataluña, la mitad norte de Aragón, partes de Castilla-La Mancha y partes de Castilla y León. Esta región fue conquistada por los romanos en el siglo II a. C. y contaba con importantes ciudades, como Tarraco, Gerunda y Barcino.
Finalmente, la provincia de Asturia se ubicaba en el noroeste de Hispania y abarcaba la actual Asturias, Cantabria y partes de Galicia. Esta región fue conquistada por los romanos durante el siglo II a. C. y contaba con una importante cultura indígena, los astures.
En conclusión, las provincias romanas de Hispania eran Lusitania, Hispania Citerior, Hispania Ulterior, Baetica, Galicia, Tarraconensis y Asturia.
Las provincias romanas fueron creadas por el Imperio Romano, con el objetivo de extender su influencia en todo el Mediterráneo y Europa. Estas provincias, creadas principalmente entre los siglos IV a. C. y VI d.C., se fueron expandiendo y llegaron a abarcar una amplia región que abarcaba desde el sur de Inglaterra hasta el norte de África.
En términos generales, las provincias romanas se dividían en dos categorías: las provincias senatoriales, que eran las más antiguas y estaban bajo el control directo del Senado Romano; y las provincias imperiales, creadas más tarde y controladas por el emperador romano. Algunas de las principales provincias senatoriales eran Hispania, Illyricum, Asia, Africa y Syria. Entre las principales provincias imperiales se encontraban Galia, Germania, Britania y Dacia.
Además de las provincias romanas, también existían algunas áreas que no estaban bajo el control directo del Senado Romano, como el Reino de Judea, el Reino de Armenia y el Reino de Nabatea. Estas áreas, aunque no eran provincias oficialmente, estaban bajo el control de los romanos debido a acuerdos de alianza y tratados de paz. Estas áreas eran conocidas como "clientes" del Imperio Romano.
En resumen, las provincias romanas eran aquellas que estaban bajo el control directo del Senado Romano o del emperador romano. Estas provincias se extendían desde el norte de África hasta el sur de Inglaterra y eran conocidas como Hispania, Illyricum, Asia, Africa y Syria entre las provincias senatoriales, y Galia, Germania, Britania y Dacia entre las provincias imperiales. Además, algunas áreas como el Reino de Judea, el Reino de Armenia y el Reino de Nabatea estaban bajo el control de los romanos debido a acuerdos de alianza y tratados de paz.
Los Romanos fueron los primeros que se establecieron en la Península Ibérica. Llamaron a la parte sur Hispania y dividieron la región en cuatro provincias: Bética, Lusitania, Tarraconense y Galicia. El territorio de cada una de ellas fue diferente durante el tiempo de la ocupación romana, pero su nombre permaneció.
La provincia Bética comprendía territorios desde el noroeste de África hasta el sur de la Península Ibérica. Esta provincia fue la primera en ser conquistada por los romanos en el año 206 a. C. y fue la última en ser abandonada en el año 409 d. C.
La provincia Lusitania era la segunda más grande de Hispania y comprendía territorios desde el norte de Portugal hasta el sur de España. Esta fue conquistada en el año 19 a. C. por el emperador Augusto y fue abandonada en el año 409 d. C.
La provincia Tarraconense abarcaba desde el norte de España hasta el sur de Francia. Fue conquistada por los romanos en el año 197 a. C. y fue abandonada en el año 409 d. C.
La provincia Galicia, la última en ser conquistada por los romanos, abarcaba desde el noroeste de España hasta el sur de Francia. Fue conquistada en el año 19 a. C. por el emperador Augusto y fue abandonada en el año 409 d. C.
Durante el Imperio Romano, España fue una región importante para el desarrollo de la cultura latina. Las ciudades españolas fueron conocidas durante esta época como municipios, que eran asentamientos con más de 5.000 habitantes. Estos municipios formaban parte de la provincia de Hispania, que abarcaba la mayor parte de España.
Los municipios tenían su propio gobierno, y el gobernador de la provincia de Hispania era responsable de la administración de todos los municipios. Estos municipios estaban organizados en tres categorías: civitas, colonias y municipia. Las civitas eran ciudades con una antigüedad histórica, como Cádiz, Mérida, Cuenca, Córdoba y Zaragoza. Las colonias eran ciudades fundadas por el Imperio Romano con el fin de colonizar nuevos territorios, como Tarragona, Valencia, Lugo y Palencia. Los municipia eran ciudades antiguas que habían sido asimiladas por el Imperio Romano, como Cáceres, Badajoz, Jaén y Almería.
Durante el Imperio Romano, estas ciudades españolas tenían nombres distintos a los que conocemos hoy en día. Por ejemplo, Mérida se llamaba entonces Emerita Augusta; Córdoba se llamaba Corduba; Zaragoza se llamaba Caesaraugusta; Tarragona se llamaba Tarraco; Valencia se llamaba Valentia; Palencia se llamaba Palantia; y Lugo se llamaba Lucus Augusti.
Así pues, durante el Imperio Romano, las ciudades españolas se llamaban de manera distinta a como las conocemos hoy en día. Estos nombres nos recuerdan la importancia histórica de la región durante la Edad Antigua, y nos permiten descubrir la rica cultura latina que floreció durante esta época.
Los romanos, tras conquistar Hispania alrededor del año 200 a. C., decidieron repartir el territorio en provincias. Estas provincias se fueron estableciendo de forma gradual, durante los siglos I a. C. y I d. C., y fueron llevándose a cabo por los generales y gobernadores romanos. Las provincias fueron espacios geográficos reconocidos por los romanos, cada una con su propia administración.
Las principales provincias hispanas eran Hispania Citerior, Hispania Ulterior, Lusitania, Betica, Tarraconense y Galia Citerior. Estas provincias estaban divididas en regiones y municipios. Estas provincias se administraban con los Prefectos de las provincias y las ciudades con los Prefectos de los municipios.
En el año 19 d. C., el emperador Augusto decidió que la administración de Hispania se reorganizara. Esto que se conoce como el ordenamiento provincial fue la base para la estructura administrativa de Hispania durante el Imperio romano. Durante el siglo I d. C., las provincias hispanas se reorganizaron en las provincias de Hispania Citerior y Hispania Ulterior.
Las provincias hispanas se dividieron en diócesis, que eran provincias más pequeñas que se administraban por los gobernadores romanos. Estas diócesis se subdividieron en municipios, y estos municipios eran gobernados por los Prefectos de los municipios. Esta fue la forma en que los romanos organizaron el territorio de Hispania tras la conquista.