Al-Andalus fue el término utilizado por los musulmanes para designar la zona de la Península Ibérica ocupada por ellos desde el siglo VIII hasta el siglo XV. En principio, la división de Al-Andalus se basó en la división administrativa de los territorios conquistados por los musulmanes al sur de los Pirineos. Esta división se realizó en los siglos VIII y IX y se mantuvo hasta el siglo XI. Esta división se componía de varias provincias gobernadas por un gobernador nombrado por el Califa de Córdoba.
Durante el periodo de la taifa, estas provincias se dividieron aún más, ya que los múltiples reinos taifales se dividieron en diferentes reinos y reinas taifales. Esto se debió a la debilidad de los califas y al aumento del poder de los gobernadores locales. Al finalizar el periodo de los taifas, los reinos se agruparon en dos grandes grupos: los reinos de Granada, Toledo, Sevilla y Badajoz, y los de Murcia, Valencia y Zaragoza.
A partir del siglo XV, la división de Al-Andalus se realizó a partir del dominio de los reinos cristianos a lo largo de la Península. Esto se debió a la Reconquista, que finalizó en 1492 con la conquista de Granada. El territorio fue dividido entre los reinos de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal, los cuales se expandieron a lo largo de los siglos posteriores.
Con la llegada de la Modernidad, Al-Andalus pasó a formar parte de lo que hoy en día es España. El territorio ha sido dividido en los once estados autónomos que hoy en día conforman el país. Esta división se ha mantenido desde entonces, aunque algunos territorios hayan cambiado de manos a lo largo de los siglos.
Al-Andalus, el territorio musulmán en la Península Ibérica, desde el siglo VIII hasta el XV, fue una región dividida en tres grandes provincias: el Magreb, el Algarve y la Meseta Central. Estas tres divisiones se mantuvieron durante la época de los califas y los emires y cambiaron a medida que los gobernantes de al-Andalus fueron cambiando.
Durante el periodo de los califas, la división administrativa de al-Andalus se mantuvo prácticamente igual que la de los omíadas, los califas dividieron el territorio en tres grandes provincias que se dividían en distintos taifas (estados). Estas provincias eran el Algarve, el Magreb y la meseta Central. Esta división se mantuvo hasta el siglo XIV, cuando los territorios de los taifas se fueron reduciendo.
Durante el periodo de los emires, al-Andalus se dividió en cinco grandes provincias: el Algarve, el Magreb, el Levante, el Sur y la meseta Central. Estas provincias estaban divididas en muchos taifas. Las provincias del Magreb y el Algarve eran los territorios más poderosos y estaban bajo el control de los emires. El Levante, el Sur y La meseta Central estaban bajo el control de los taifas. Esta división se mantuvo hasta el siglo XV, cuando los territorios de los taifas se fueron reduciendo.
En conclusión, a lo largo de su historia, al-Andalus fue dividido en tres o cinco grandes provincias, dependiendo de quién gobernaba la región. Estas provincias estaban compuestas por los taifas, estados que se fueron reduciendo a medida que el imperio de al-Andalus fue cayendo.
Al-Andalus fue un estado islámico creado en la Península Ibérica desde el siglo VIII hasta el siglo XV. Estaba compuesto por diez provincias que se agrupaban en dos grandes categorías: El Magreb y el Andalus. El Magreb estaba compuesto por las provincias de Córdoba, Murcia, Jaén, Granada, Málaga y Almería. Por su parte, el Andalus se formaba por las provincias de Sevilla, Cádiz, Badajoz y Toledo. Estas provincias se dividían a su vez en taifas o reinos, cada uno de ellos regido por un príncipe o alguien con autoridad sobre él. Estas taifas se multiplicaron a medida que el poder de al-Andalus decayó, pero la base de su organización seguía siendo la misma. Las provincias eran gobernadas por el califa, aunque su control se fue debilitando a medida que se iban fragmentando en taifas. Así, los gobernantes de cada taifa adquirieron mayor poder, aunque el califa seguía teniendo la autoridad suprema. Además, el califa podía nombrar gobernadores a cada taifa. Los gobernadores tenían la responsabilidad de mantener el orden y la administración de la provincia. Esto ayudó a consolidar la administración de al-Andalus y a permitir una mayor estabilidad. Esto también permitió un mayor desarrollo cultural y económico.
En resumen, al-Andalus estaba compuesto por diez provincias: Córdoba, Murcia, Jaén, Granada, Málaga, Almería, Sevilla, Cádiz, Badajoz y Toledo. Estas provincias se dividían en taifas, cada una de ellas regida por un príncipe o alguien con autoridad, controlado por el califa. La administración de las provincias era responsabilidad de los gobernadores designados por el califa, lo que contribuyó al desarrollo económico y cultural de al-Andalus.